Somos sutiles
El ser humano no está hecho para brusquedades. Siempre hay excepciones que confirman la regla, pero por lo general, todos somos seres sutiles a los que los cambios mejor que le lleguen de forma gradual y progresiva.
Un cambio brusco de temperatura puede resfriarnos, viajar en avión a un país lejano y cambiar nuestro reloj biológico nos deja k.o. por unos días y puede provocar enfermedades. Según los psicólogos, los cambios repentinos son una de las principales causas de angustia en nuestros días.
¿Dónde quiero llegar? ¿Qué relación tiene todo esto con la publicidad? Algunos ya lo intuyen.
Violencia no explícita
Vemos televisión. Exactamente en el momento en el que el invitado está en medio de la frase que solucionará meses de dudas, aparece, repentinamente y por supuesto a todo volumen, un anuncio que no tiene ninguna relación con el tema. Justo después de haber dado las noticias más serias y rigurosas aparece el mismo periodista diciendo que las ofertas de una compañía de telefonía son las mejores. No ha desaparecido nuestra sorpresa cuando comienza entonces un tramo de publi de cosas que no tienen nada que ver.
Así, es normal que casi nadie vea los anuncios como algo positivo. Tramos de diez y doce minutos de spots, uno detrás de otro, y siempre los mismos. Sí, la teoría habla de repetición, de RPGs, pero el espectador no tiene la culpa. Ni de eso, ni de que se siga castigando los salones de las casas con desniveles en el volumen de audio, con la violencia de tener que condensar en diez segundos un briefing de diez hojas, con sus locuciones a toda velocidad para que entre en el tiempo, y no solamente cuando un medicamento ha de ser consultado por un médico o farmacéutico. Y todos los spots tratando de llamar la atención. Todos tienen que transmitir valores y generar retentiva. Ya. Y anda que están los tiempos para andar discutiendo a quienes te dan de comer.
Hace poco en este mismo blog comentaba que para los presentadores y locutores, la publicidad era un mal menor. Hoy profundizamos en las causas.
¿Así tanto el presentador como el espectador van a percibir como algo positivo la publicidad?
Manos a la obra
Te contarán que sí, pero poco se trabaja en cuidar al espectador. Pero la expresión lo dice todo: cortes publicitarios. Pondrán algunos un divertido robot bailando, pero hay demasiados intereses creados como para cambiar una fórmula que está soportando todo el sistema.
Trabajemos todos para ofrecer una publicidad en TV decente y sutil con un espectador que no tiene la culpa de cómo funcionan las agencias.
En el sector muy pocos comparten mi creencia absoluta de que existe ética en lanzar un mensaje publicitario. Cada producto tiene sus ventajas, y no es mentir destacarlas. Que haya también inconvenientes o que otro producto sea mejor, es labor de otros saberlo, y comunicarlo. En esa línea me muevo en las menciones en directo en la radio, cuando invierto la mayor parte del tiempo en integrar y relacionar los contenidos que justo antes han sonado en el programa con un briefing de cliente que poco tiene que ver. No siempre se acierta, pero no suele dar mal resultado. Aunque no es lo mismo, estoy convencido de que también en televisión es posible hacerlo.
Seamos sinceros
En la mayoría de las ocasiones y reconocido por amigos y compañeros presentadores, quién vende a cámara piensa por dentro “esto es un marrón que me quiero quitar de encima” ó “si no fuera por lo que pagan…”. Y la falsedad es algo que una persona que dedica su tiempo a vernos, no merece. Seamos sinceros y busquemos en el fondo de nuestra esencia humana esa necesidad de compartir una buena experiencia. “Mira, en aquella tienda tienen los mejores helados” diríamos siendo niños.
En la publicidad podemos ser irreverentes, atrevidos, originales, pero nunca maltratar al verdadero cliente final, que es el del nuestro. Por favor.